Por supuesto hicimos caso a las lugareñas y nos tomamos nuestros helados que estaban muy suaves y riquísimos. Después y dado que el calor empezaba apretar de lo lindo, decidimos irnos de nuevo al hotel a descansar y recuperar fuerzas para la noche. Durante la tarde la única que tuvo el valor de salir a hacer algo de ejercicio fue Raquel, los demás nos quedamos refugiados en las habitaciones del hotel con el aire acondicionado a toda marcha. Cuando el sol ya había bajado su furia, decidimos ir de nuevo al centro, aunque esta vez a la zona del paseo marítimo en busca del pescaito frito. Estuvimos andando por el paseo un buen rato y al final nos decidimos por un local situado en un jardín junto al paseo marítimo, del que no recuerdo el nombre, que estaba abarrotado de gente. Tras coger mesa no sin esfuerzo, degustamos el fámoso pescaito, acompañándolos de unos calamares a la romana bien rehogados de tinto de verano y agua que nunca esta de más. A estas alturas de la jornada mijuande ya había elaborado una teoría de como pagar en nuestro próximo viaje a Marrakech, lo llamaba la fórmula Dirjan que mejor no explico en que consiste, aunque los que conocen bien a mi marido se puede hacer una idea. El día lo terminamos andando de nuevo por el paseo marítimo y viendo los puestos de los hippies.
El domingo lo iniciamos haciendo un poco de ejercicio, mientras mijuande corría, Raquel y una servidora nos pusimos las mallas y andamos un buen rato. Antonio se quedaba custodiando las habitaciones y el buen funcionamiento del aire acondicionado. Tras el ejercicio había que reponer fuerzas y nos pusimos a ello en el desayuno buffet del hotel, practicamente no dejamos nada sin probar. Sobre las 11 horas dejábamos el hotel para irnos hacía el Cabo de Gata, nuestro destino era San José y más concretamente sus conocidas playas de los Genoveses y del Monsul.
Decidimos realizar el trayecto por la costa y la verdad que nos equivocamos porque el tráfico era intenso y tardamos más de la cuenta en llegar a nuestro destino. Una vez en San José nos encotramos que habían cerrado el acceso a las playas para los vehículos, parece que algún listo había tenido la genial idea de poner una barrera que impidiese el paso de turismos y dejase libre la ruta para un autobus que era el único que tenía acceso y de esa manera cobrar por ir a la playa. Vamos que a este paso nos querran cobrar hasta por respirar. Pero como no nos habíamos quedado a gusto con la idea decidimos investigar el terreno y Antonio descubrió una ruta alternativa que transitaba pegada al mar, aunque esta no llegaba hasta las playas, nos permitió acercarnos lo bastante a la playa de los Genoveses y pudimos acceder a la misma a traves de una senda que te dejaba en la misma playa. La verdad es que mereció la pena el esfuerzo, la playa era paradisíaca, con un agua cristalina y con muy poca gente, aunque este último se lo debamos a listo de la barrera.
PLAYA DE LOS GENOVESES
Tras el refrescante baño tuvimos que irnos rápidamente, sin darnos cuenta eran casi las 14 horas y teníamos reservado un arroz caldoso en la Isleta del Moro para esa hora. Aunque se nos hizo un poco tarde, en el restaurante la Ola no pusieron ninguna pega y nos atendieron divinamente. Lo único malo fue tener que aguantar la grosería y el menosprecio al camarero que la atendía, de una clienta sentada en una mesa justo detrás de la nuestra, desde aqui quiero felicitar al personal del restaurante por su profesionalidad que pese a las impertinencias de esta personaje estuvo en todo momento en su sitio guardando la compostura.
ISLETA DEL MORO
Después de engullir el arroz caldoso, nos fuimos a las negras con idea de bañarnos por segunda vez. Por el camino hicimos una parada en un mirador para echar unas fotos y cuando llegamos nos dimos cuenta que la playa era muy pequeña y llena de piedras, por lo que decidimos continuar ruta hasta Agua Amarga y bañarnos allí. Antes de irnos hicimos de buenos samaritanos y ayudamos a unos extranjeros, los pobres se habían quedado sin batería en el vehículo y no encontraban a nadie que los ayudasen. Tras conseguir que arrancaran su vehículo nos fuimos y una vez en Agua Amarga, ahora sí nos pudimos bañar sin problemas. La playa era muy amplia con duchas e incluso baños, además tenía porterías para jugar al futbol playa, la pega estaba dentro del agua con gran cantidad de piedras que hacía que el baño no fuera del todo placentero.
PASEO MARÍTIMO DE CARBONERAS
MÁS FOTOS EN:
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